jueves, 2 de enero de 2025

 

Decaer, abrumado por la propia existencia,
como un pájaro congelado en el alto cielo,
como un gusano aplastado por la honda tierra,
como un hombre, como cualquiera,
que cejase en su guardia y vigilancia.

¿Qué hilo tan fino es este,
que podría enredar al mismísimo titán?
¿Qué soplo tan suave, qué susurro tan delicado,
que doblaría la voz del leviatán?

Pero la noche es oscura, alargada y amarga,
no puede ocultarse la más mínima luz,
y hundiéndose en la negra poza,
más fuerte golpea contra su cruz.

El alma puede arder con fiebre,
cuando enfrenta el terror con empeño,
cuando busca, sin dudarlo,
un daño tan claro como el sol,
o un beso prometido,
que nunca llegará,
o una palabra ambigua,
que marca sin respuesta,
implacable, su verdad.

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