Regar con leche y miel un campo de trigo,
hacerse una corona de algodón, de ramitas,
besar el agua en la orilla, santiguar el barro,
robar un fruto, temer el balido de la noche.
¿Dónde está la renuncia, y dónde la bendición?
si la vida nos regala cada día,
y cada día lo agotamos sin mirar,
cada dolor y cada espina,
cada gesto de amabilidad.
Adorar a las flores silvestres, pedirles consejo,
tallar un amuleto de hueso, creer en su poder,
inquietarse, revolverse, admirar la tormenta,
contemplar los astros, escuchárlose mover.
Brotarán las luces como gusano en la tierra,
y picaremos su carne como pájaros hambrientos,
nutrirá su fuego nuestras plumas retorcidas,
y se oirá en la oscura un coro de alas sin lavar.
Allí veremos las villas y pueblos que comimos,
los surcos y torres de la civilización,
soñaremos en lo más alto que vivimos,
y de nuestra caída no pediremos perdón.
Porque se partirán las rocas para dar manantiales,
porque se inundará el desierto para sembrar de arroz,
porque se quebrarán los muros, cercas y vallados eléctricos,
y entre las ruinas desmoronadas se colará la luz del sol.
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