Sabe la lumbre de tus ojos de piedra,
y sabe su peso y su brillo, color tierra,
una montaña desnuda, un refugio de ardilla,
una fruta desecada o una hoja quemada por el sol.
Sabe su hondura, ternura y yesca,
sabe lo que oculta, sabe lo que muestra,
y sabe tanto que de tanto cela.
Busca un recodo y prende su empresa
no es vergonzoso adorar la belleza,
se baña en tu vista y así se encuentra,
como orca con su cría o como abeja en su panal.
Bronzita pulida, podría coronar a un santo,
un santuario de destellos que acojan la oscuridad;
los fieles que ascendieran olvidarían su credo,
y purificados de dudas recuperarían su humanidad,
monjas y criminales contemplarían sus ascuas,
esperando revivir el golpe de un amor interminado,
esperando que no sueñen y que si fuera,
ya nunca más les llegase el despertar.
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