En tu cuerpo dibujaba, alas de panela,
de choclo la cordillera, quebrada al mar,
un espejo de cera, un baile en favela,
liguero de coco, fuego y pedernal,
Con estas manos traicioneras, labia de rabal,
este amor de piedra desolada, de luz fatal,
dibujé con hierro, albero mojado brizna y cristal,
dibujé un llanto que pronto habría de llegar.
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Santa madre,
señora de las flores silvestres,
de los cardos y espinos,
de los huesos al sol,
y de todo lo escondido.
Santa Madre,
cuyas lágrimas calan la mañana
cuyo llanto acuna la noche,
extiende tus manos,
y repara esta tierra quebrada.
Santa Madre,
escúchanos en esta hora,
rodeados de oscuridad,
tu rostro pálido es la luz,
se disuelve con él la soledad.
Santa Madre,
más salvaje que los vientos,
más antigua que la cruz,
te rogamos temerosos,
pero llenos de piedad.
No nos dejes perdidos,
guíanos hasta tu altar,
allí beberemos vino,
bailaremos sin parar,
y diremos que sí,
que abrazamos el destino
al que nos quieras condenar.
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