Un filo negro cornea la mañana,
forjado de magma ardiente enfriada,
Su punta acusa el orgullo del cielo,
su cola deja un rastro de roca lascada.
La flecha que la tierra escupe al abismo,
un cristal furioso contra la noche eterna,
la impertinencia del peregrino ante la nada,
directa a la fosa hambrienta de la galaxia.
Un filo de sangre de un mundo a la deriva
con el desprecio sólido de un dios irredento,
que aún interpela violento a su celador,
sima infinita, que todo lo devora y lo vomita.
Enquista su odio en un corte interminable,
dejando un fuego astillado, una agresión,
contra el silencio que avasalla la tiniebla,
contra el eterno que no tolera creación.
La flecha implacable de esperma obsidiana,
clavará su ultraje en una esfera pelada,
inundará de su veneno cada sima imposible,
y pervertirá con su protesta las formas fijadas.
Naceremos allí, como parte de la corruptela,
llamaremos vida al caos, la carcoma y la bravata,
y como hijos de una provocación impensable,
llamaremos bien a la extensión de un desquite.
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