sábado, 7 de marzo de 2020

En un campo de colza y amapola silvestre,
reíamos, contra el dominio de esto y de aquello,
tú, colmillos afilados, torres de marfil,
yo, a lo lejos, mirándonos.

Cobrizo era el corazón de la montaña,
allí mordiste, con mi declive entre los dedos,
una bendición, Gabriel, Samael, Azrael…
deja ir tu mente, para que puedan florecer.

Nuestras vidas son como la lluvia,
la llovizna, los chubascos, la estruendosa tormenta.

Las colinas se movían, un temblor de hierba
si aún vivieras ¿Me besarías como antes?
Ese cielo derramándose, ¿de qué color sería?
Turquesa en lo alto, oscuro, negro al horizonte.

Tu sonrisa salvaje, una gloria de hueso,
una luna marcada al rojo, ocultándose,
un flujo ardiente bajo la piel, apagándose,
no lloré esa noche, eso vendría después.

Nuestras vidas son como la lluvia,
la llovizna, los chubascos, la estruendosa tormenta.

El dolor de las cosas,
ahora duermo con demonios, qué lindo
y despierto con extraños, qué triste
sigo a galope mi corazón, qué lindo
como si me llevara hasta ti, qué triste.

El dolor de las cosas,
me golpea la luz de la mañana, qué lindo,
mariposas en mis ojos, una lagrima o dos, qué triste,
bailo en la oscuridad, para bailar contigo, qué lindo,
aspiro, miro adentro y escribo, qué triste.

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