Te golpea en los oídos, y un brazo se alarga hacia ti en la oscuridad, el techo de cable trenzado, refleja una llama apenas vista, neón, estallido y metal.
El sonido se rompe y te rompe. Hay una puerta sin salida, algo te apresa, gente que tiembla, subiendo, cayendo,
notas el óxido en los labios,
¿realmente estás aquí?
-Suéltame-, no respondes. Fija en ti, dentada, te atraviesa.
Si son lágrimas o babas no lo podrías decir.
Una parálisis total, pero algo revienta en tu pecho,
¿lo quieres? Sí, te dices.
-Es lo que mereces.-
En la cara, en las rodillas, rugosa y húmeda;
sucia es la pared que te raspa y que te daña,
pero no le prestas atención.
Sino a la arcada, aguanta, tensa, relaja,
sin llorar, sin gritar; aún podrías morder, en su momento, si tan solo llegase ese momento.
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